Likes: lo que la ciencia sabe y la apariencia calla
Los likes no son inocentes. Son pequeñas descargas de aprobación que moldean nuestra conducta


Los “likes” no son inocentes. Son pequeñas descargas de aprobación que moldean nuestra conducta sin pedir permiso.
La ciencia lleva años observando este fenómeno y el diagnóstico es claro: los likes alteran el cerebro, condicionan el comportamiento y pueden provocar daños emocionales profundos, especialmente en jóvenes.
El cerebro bajo el hechizo del ‘like’
Estudios de neuroimagen muestran que el efecto de los likes en el cerebro es real: recibir likes activa el núcleo accumbens, una región ligada a la recompensa y la dopamina. Es el mismo circuito que se activa con otros estímulos de placer. No es metáfora: es biología en acciónLa trampa del refuerzo
La trampa del refuerzo.
Las plataformas funcionan con recompensas impredecibles: a veces muchos likes, otras veces pocos. Ese patrón —llamado “ratio variable”— es el mismo que mantiene a la gente enganchada a máquinas tragaperras. El resultado: revisamos el móvil más de lo que decidimos, y publicamos para obtener la próxima dosis.
Los jóvenes: el terreno más vulnerable
Los adolescentes que pasan más de cinco horas al día en redes muestran un riesgo significativamente mayor de depresión. La comparación constante, el juicio público y la necesidad de aprobación forman un cóctel explosivo para un cerebro aún en desarrollo.
El efecto espejo
Los likes no solo afectan cómo nos sentimos, sino lo que mostramos. Experimentos controlados demuestran que los jóvenes modifican sus fotos y su comportamiento en función de la cantidad de likes que esperan. No se expresan: se optimizan para gustar.
No todos caen igual
No se trata de demonizar las redes. Muchos usuarios navegan sin problemas. Pero el daño aparece en personas con baja autoestima, perfiles vulnerables y jóvenes cuyo sistema emocional aún está asentándose.
Conclusión
El like no es solo un botón: es una moneda emocional. Una tan pequeña que olvidamos su poder. Una tan repetida que termina decidiendo cómo nos vemos y cómo actuamos. La ciencia ya habló. El resto depende de nosotros.
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